Podría hablar de cómo las cosas en el mundo están peor. Bueno,
ni siquiera tengo que globalizar, mi país, la provincia en la que vivo, el
lugar del que provengo o la propia universidad a la que asisto no son un
ejemplo muy alentador. Podría pasar horas y horas despotricando contra el
Estado, contra los que se aprovechan de otros, contra políticos, economistas,
ladrones, asesinos, médicos o artistas. Podría quejarme de los padres que no
enseñan nada a sus hijos, de los maestros que apenas si asisten a sus clases,
de los canales televisivos que solo llenan la mente de sus televidentes con
basura mediática. También podría decir que todo es culpa del legado que nos han
dejado aquellos que son nuestros antepasados, los vivos y los muertos, o que,
por el contrario, todo vuelve a las generaciones más jóvenes. Podría hacer todo
esto y más. Posiblemente pueda llenar hojas y hojas con quejas; desde las más
verídicas y fundamentadas hasta las más inverosímiles e imaginarias.
Podría tal vez, si
quisiera, darle la forma que deseé a este texto. Podría convertirlo en una
defensa del gobierno, del poder económico, de los derechos humanos, de la
educación. De las organizaciones sociales, de nuestro pasado o de nuestro
presente, quizás incluso de nuestro futuro. Tal vez sería posible transformar
todo esto, en la broma cínica de alguien completamente decepcionado por el mundo.
O tal vez, este escrito sería un manifiesto que desaprueba todo lo que se hizo
a lo largo del tiempo. Lo cierto es que podría ser cualquier cosa; una burla,
una queja, un comentario cínico o una llamada al despertar.
Sea como sea este texto será visto solo de una manera por
mí, pero es muy posible que pueda ser desdoblado como otra cosa por alguien
más. He de decir que antes algo como así me importaba demasiado, ahora sin
embargo me importa sólo lo necesario.
Lo que más me llama la atención en este mundo (o en este
país, lo que sea mejor para ti lector) es el hecho de que muchas veces nos
quejamos tanto de las cosas que ocurren y no pensamos en que también seamos
responsables, aunque sea un poquito. Con esto no quiero decir que todos seamos
ladrones, corruptos, asesinos o violadores impunes. Nada de eso. Simplemente
digo que podríamos hacer algo más que quedarnos sentados pensando en cuan
miserable es el mundo y cuan horrible es nuestra vida. O como todo sería mejor
si, al menos, la mitad del país o la cuarta parte del mundo fuera borrada de un
solo manotazo.
Viene al caso ahora, el punto de que ya existen muchas organizaciones
dedicadas a un cambio. Aún así, sin que importe el que una organización X o Z
quiera producir cambios para mejorar o para sus propios intereses, los que
realmente deben hacer algo somos nosotros mismos. No interesa si es un cambio
pequeño o mínimo, casi imposible de ver. Saber que estamos aportando algo es lo
que vale. Y aquí hay otro gran asterisco a notar: SABER A CIENCIA CIERTA de que
estamos produciendo un cambio para mejor. Me refiero a que cada uno de nosotros
debe pararse un momento y replantearse las vueltas de su propia vida. No para
sacar del sombrero un Paulo Coelho o una tesis psicológica, sino para
simplemente preguntarse si lo que hacemos en ese momento ayuda a mejorar el
lugar en que vivimos. Me refiero a pensar con la cabeza y con el corazón, a no
dejarse llevar por las promesas que no prometen nada, por discursos que buscan
solo un número o por colores y frases lindas que buscan sumar una cabeza más a
su masa humana.
Pensar es el primer paso, luego solo queda la acción. Y como
es posible que aún no se haya entendido, o que no lo haya dicho las dos veces
reglamentarias, repito ahora: NO IMPORTA SI EL CAMBIO QUE PUEDE HACERSE ES
CHICO, CUENTA DE IGUAL MANERA. Porque si es chico, si nadie cree que una
persona puede hacer algo, si es una cosita que al principio nadie toma en
cuenta, entonces significa que se comenzó bien. Porque los cambios llegan con
la decisión de hacer algo, de cambiar para mejorar y no para empeorar, con el
deseo de un mejor futuro para todos, aún cuando no todos lo merecemos. Con el
ansía pura de construir y elevar, con la humildad que proporciona un trabajo
bien hecho, meramente por algo mucho más importante que la fama. Es así que
luego de un tiempo; tal vez largo, tal vez corto, más personas se sumaran.
La transición comienza en nosotros mismos. A partir de allí,
tal vez se extienda y llegue a ser más grande de lo que alguna vez pudimos
soñar. El cambio puede ser cualquier cosa, una moneda, una mirada, una mano o
incluso sólo la sonrisa de un saludo cortés. Lo cierto es que está ahí
esperando porque nosotros hagamos el resto. Parte de mi aporte para una nueva
forma de vivir es escribir aquí. ¿Cuál es el tuyo?